Paisaje azul con una loca

No toda esencia de belleza se puede captar en una fotografía, hay belleza en la tarde de un domingo en un café con los amigos, pero es intangible, no puedo captar la reunión porque se vería demasiado social, o los vasos y tazas porque se sentiría nostálgico; sin embargo, ese no es el centro de la belleza de la que hablo. Así fue la tarde pasada, un ocaso respirable después de días seguidos de un clima de endemoniado calor. ¿La ocasión? Alistar temas nuevos por fotografiar del colectivo de fotógrafos del cual soy parte, y claro, divagar de todo y nada. Curiosamente como en un sueño hubo algo recurrente en esa reunión, que finalmente por razones de seguridad, quedó fuera de la lista de cosas por fotografiar. En la terraza del café se acercaron dos locas, no me refiero a dos muchachas pseudo-adolescentes chifladas con ganas de moler, no, sino a dos verdaderas personas ajenas de sus facultades mentales, que además son indigentes. Por la recurrencia de su visita, (no llegaron juntas, primero una y pasada una hora la otra, luego, la segunda de nuevo) supongo, que son personajes que pertenecen al paisaje urbano del centro histórico de Hermosillo, ese par de enfermas mentales y otros cuantos más que estuvieron evocados en anécdotas y que podríamos reconocer inmediatamente. Tengo la sensación que cualquiera de mis lectores pueda tener una experiencia con uno de estos personajes. Simpática o de miedo, lo cierto es que cada ciudad tiene sus locos como parte de la urbanidad, solo es cuestión de hacer un poco de memoria para acordarse de “los loquitos” del centro. Y digamos que Hermosillo no es una ciudad tan grande, tan urbanizada, tan moderna, sino “un intento de”, pero ahí están sus locos. Dónde duermen, dónde comen, dónde van a dar sus necesidades más básicas, quién lo sabe. Ellos no tienen la noción del tiempo, pero nosotros sí, y creo que ya han pasado suficiente en la calle. Nuestra ciudad se está extendiendo, en ese sentido quizá sea un “crecer”, pero aún muchas cosas mal hechas siguen en su lugar, o hay remplazos nuevos; igual de inútiles que los anteriores. Eso sí, comercios y franquicias por aquí y por allá y ¡más allá! Aunque al entrar a uno de los nuevos “mall” de Hermosillo uno ya se sienta “en el siguiente nivel”, lo cierto es que seguimos dando devoción al gigante nuevo que nos pasma y hay quien se deje sorprender.

En cuanto a los locos de Hermosillo, digo, a las personas abandonadas, que son bastante identificables como para serles indiferentes, tienen algo de razón en lo que vociferan de pronto. ¿Quién los escucha?

Estamos en un pequeño café frente la plaza con nombre de un poeta, justo en el centro de la belleza de una tarde de domingo, discutimos sobre la falta de nuevas tecnologías en la Universidad de Sonora, nos reímos de las paradojas del comunicólogo, quisiéramos ser internacionales, qué digo, universales y en la lista de temas se escribe “artesanía”, luego se borra, luego se vuelve a apuntar. La segunda loca vuelve y dice: Dame diez pesos, el paisaje es azul, sí azul está bonito.

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